1 Pedro 3:8-9. dice: En fin, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables. No devolváis mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados a heredar bendición.
Una crisis es un estado temporal de trastorno y desorganización emocional, caracterizado por la incapacidad del individuo para enfrentar una situación particular y obtener un resultado positivo de ella, incluye la incapacidad de dar solución al problema.
Por lo general las parejas en crisis olvidan la paradoja que las crisis son necesarias para el desarrollo y madurez de la relación.
Una crisis matrimonial ocurre cuando los cónyuges no saben cómo manejar sus diferencias y como consecuencia se ofenden mutuamente, llegando al extremo de lastimarse muy seriamente o llegar al punto de que ya no le importa nada a alguno de los dos, o a los dos. Esto es lo que llamamos un divorcio emocional o una crisis de cuidados intensivos.
Un matrimonio llega al punto de crisis cuando no se atendieron los síntomas y se dejó continuar con el problema de falta de respeto, mal trato, desconsideración, egoísmo, desatención, carencia de comunicación, etc; que normalmente empieza con discusiones por asuntos cotidianos, pero se va agravando con múltiples incrementos en el tono agresivo de la voz, ataques verbales mutuos, actitudes de indiferencia, presión emocional, castigos emocionales, en algunos casos pequeños empujones.
¿Qué Podemos Hacer?
- La actitud del perdón sincero para pedirlo, como para darlo y de manera incondicional es un elemento fundamental para controlar o al menos mitigar las crisis matrimoniales.
- Entender que de las crisis podemos sacar provecho para alcanzar un nivel de madurez matrimonial y experiencia para ayudar a otros
- Se debe concientizar sobre las raíces que generaron la crisis, para buscar soluciones integrales que acepten los dos. No se trata de buscar culpables sino soluciones.
Las raíces de las crisis son generalmente diferencias de criterio en cuanto a cómo manejar los asuntos del diario vivir. Para resolver estas raíces, tenemos primero que nada, aceptar que existen esas diferencias, aceptar que es probable que no siempre tengamos la razón, aceptar que hay sentimientos de dolor y tristeza en nuestro corazón, pero también que tenemos que cambiar varias actitudes y aprender a ser más tolerantes.
Si tu matrimonio está en una fase muy avanzada de crisis, evidentemente será más difícil recuperarlo, pero no imposible. Para los que están en Cristo, todo es posible. Lo mejor que se puede hacer es tratar de revivirlo con paciencia, con mucha suavidad y ternura. Se debe asumir una actitud muy humilde y perdonadora, pero a la vez transparente y sincera; para expresar los sentimientos en tono restaurador. Hágalo con ayuda capacitada.
Hay casos en los que ya la descomposición emocional es tan fuerte que aparentemente ya no hay solución, y ya nos cansamos de luchar. Sin embargo, debes seguir tratando de hacer lo correcto como hijo(a) de Dios. Gálatas 6:9 “Así que no nos cansemos de hacer el bien. A su debido tiempo, cosecharemos numerosas bendiciones si no nos damos por vencidos”.
- La actitud de los hijos de Dios, es hacer las cosas bien, aunque pensemos que el cónyuge no lo merece, pero lo hacemos esencialmente para honrar a Dios y su palabra. Eso es FE!
No sabemos en qué estado real está tu matrimonio hoy, pero sí sabemos que nuestro Padre Celestial nos ha dejado las herramientas, para que aquellos que vivimos con la identidad de hijos de Dios, podamos ponerlas en práctica y resolver cualquier tipo de crisis. No es fácil, pero con paciencia y humildad y en obediencia a la palabra de Dios, si es posible. Si decides buscar ayuda, busca a pastores o personas que amen al matrimonio y que hayan pasado por crisis. Todo pasará y saldrás triunfante si te apoyas en la palabra de Dios.